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LOS TURCOS EN MAICAO II

Las familias árabes más poderosas de Maicao son las que más dificultades han

soportado y tenido que vencer a todo lo largo de decenas de años. Podríamos

resumirlo diciendo que son las que han estado camellando en las verdes y

maduras. Algunas se fueron de Maicao porque simplemente cumplieron con

su ciclo de migrantes temporales, otros porque no encontraron las garantías

necesarias para quedarse de por vida asentadas en La Guajira y crecer de

acuerdo a sus propios y respetables proyectos de vida. Algunos no aguantaron

el dramático bajón del bolívar en aquél momento de estrangulación de la

moneda venezolana. De todas formas, hay que reconocerlo, los que están aquí

son un importante número de familias árabes que se han quedado firmes en

Maicao, han echado raíces, a pesar de los límites y sorpresas del sistema

normativo aduanero y de muchas dificultades que han tenido que aguantar y

soportar, entre otras, el flagelo del secuestro, robo, extorsión, incluso, la

muerte de miembros de sus familias. Adicionalmente, a estos comerciantes de

Maicao les ha tocado presenciar el retroceso en algunos temas de la economía

local, como haber tenido aeropuerto y luego no tenerlo, o haber contado con

un buen número de bancos comerciales y luego ver cómo fueron cerrados la

mayoría por razones asociadas al despelote de la economía subterránea

internacional que impactó indiscriminadamente a todos los habitantes de La

Guajira. Les ha tocado presenciar cómo las pistas de aterrizaje del otrora

activo Aeropuerto San José de Maicao y demás instalaciones del mismo,

pasaron de ser zona de embarque de carga y pasajeros de aviones de Avianca,

Taerco y La Urraca, para convertirse en edificios destruidos y terrenos

litigiosos, de diferentes clases de poseedores, recientemente ocupados por

migrantes venezolanos, que deambulan por la frontera en las peores

condiciones sociales de vulnerabilidad, por diferentes razones. En algún

momento los turcos de Maicao fueron cuestionados porque no hacían

inversiones en esta ciudad, a veces los responsabilizaban del atraso evidente, y

es cuando aparecen expresiones de desarrollo urbano como edificios, bodegas

y mejoras en sus locales comerciales.

Podríamos decir que el gran problema de los turcos, mejor dicho, del comercio

de Maicao, de la sociedad wayuu, es decir, de toda la ciudadanía guajira, es

que este asunto no ha sido correctamente diagnosticado. Los diferentes

gobiernos han sido absolutamente torpes en el manejo de sus

responsabilidades, los líderes turcos y los demás líderes no han tenido la

adecuada orientación jurídica ni política. Los líderes indígenas menos, al

contrario, han sido desconectados o ignorados de las grandes discusiones

nacionales respecto a la suerte del comercio de Maicao, en otras palabras, han

sido desaprovechados o desperdiciados por los comerciantes de una u otra

filiación o grupo. Aquella sociedad natural entre turcos, paisas y otros grupos

establecidos en el comercio tradicional de Maicao con el Pueblo Wayuu, no ha

funcionado por diferentes causas, pero la principal ha sido la discriminación

territorial con el dueño del aviso, que quiéranlo o no es el Pueblo Wayuu.

Cuando los defensores del comercio de Maicao aducen los impactos negativos

de las medidas del gobierno a la población nativa, sólo sacan a relucir el

desempleo que se generaría en coteros y caleteros del puerto indígena, que

son los que cargan y descargan barcos y camiones, en la nómina de choferes

de camiones y los de las llamadas camionetas moscas que son los que hacen el

rol de contrainteligencia a las autoridades aduaneras o de policía, lo mismo

que a las mujeres wayuu tejedoras impactadas en su productividad por el

quiebre generado por las inadecuadas decisiones aduaneras y fiscales, lo

mismo que el importante número de vigilantes indígenas que quedarían

vacantes en los almacenes de Maicao. Dicho de manera muy simple: la visión

que se ha manejado en las reclamaciones y discusiones de este crucial e

importantísimo problema es considerar al Pueblo Wayuu, así con mayúscula,

como simple población de individuos indígenas, así con minúscula. Lo anterior

equivale a que el drama de marras se ha manejado como un asunto normal

aduanero y tributario, cuando lo que hay en el fondo es un horrible relajo

legislativo con la normatividad constitucional, tratados y convenios

internacionales, relacionados con el respeto de los derechos humanos de los

indígenas, especialmente lo atinente a la territorialidad del pueblo Wayuu. Por

esa razón, en diferentes ocasiones hemos promovido edificar un ESTATUTO

para La Guajira, que en el lenguaje común equivaldría a una constitución

política chiquita, hecha a la medida y características concretas, que no sólo

sería la indispensable herramienta de protección y garantías jurídicas para la

economía de los indígenas y otros derechos, sino también para la actividad

comercial de criollos, cachacos y turcos de Maicao.

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