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GUSTAVO PETRO, EL PRESIDENCIABLE

Actualizado: 27 feb 2024

Habría sido mejor para la ciudadanía colombiana haber tenido la tremenda oportunidad de asistir a una segunda vuelta presidencial en este mes de junio y poder disfrutar así de las enseñanzas y ejemplos de los juiciosos debates de Gustavo Petro, enfrentado a un candidato con buena formación académica y catalogado como presidenciable, de tantos que pudieron haberse hallado en los recovecos progresistas de la política colombiana.

Lástima que muchos de estos personajes desaparecieron del mapa de las opciones en medio de los enredos de la tradicional izquierda, casi siempre trenzada en discusiones subalternas y otros atollados en las rémoras de la denominada centroizquierda colombiana, haciendo imposible acrisolar la plantilla de los sobresalientes exponentes de los diferentes partidos progresistas del país. Lástima, digo, porque pudo haber sido ese un maravilloso espectáculo de la intelectualidad en las ciencias políticas de gran calado histórico, y de contera haber podido circunstanciar las tesis del presidenciable Petro alrededor de los estatales y superiores compromisos relacionados con la implementación del Acuerdo de la Habana, por ejemplo, en materia los serios, agudos y sensibles problemas de nuestra ruralidad, además, poder aprovechar la extraordinaria oportunidad política para ventilar entre presidenciables de la patria y potenciales estadistas los diferentes tópicos de la Constitución colombiana que la han transformado en descolorida colcha de retazos inviables, algunos, otros en una composición de atractivos retóricos del constitucionalismo social criollo.

La falta de un buen contrincante para Gustavo Petro nos ha privado del deleite intelectual de ejemplares y fructíferos debates entre los grandes del país y, en vez de tener el escenario propicio para que la inteligencia colombiana se pudiese levantar esplendente en las alturas de las tribunas de nuestra limitada democracia para examinar, por ejemplo, las coyunturales posibilidades de un indispensable y justo ordenamiento territorial para asegurar a los pueblos indígenas el respeto a la diversidad étnica y cultural, es decir, profundizar los debates que fuesen necesarios para consolidar principios constitucionales de la importancia y jerarquía del de la solidaridad y la progresividad, hemos sido notificados, vía TikTok, por el mamarracho que funge como contendor del candidato Petro, que se atrevió a conminar al pueblo indígena más numeroso del país, a que su hábitat natural, el territorio wayuu, se infiera que hizo parte de pecaminosas motivaciones de una entusiástica conversación negocial suya con avispados árabes comerciantes que dizque se le acercaron mostrándole interés a él en invertir cuantiosos recursos en la península, como si se tratara de hacerlo en la finca de Piedecuesta, de propiedad del improvisado candidato, quien echó de manera anecdótica y desconsiderada el susodicho cuento, creyendo que de esa manera mediocre, ligera y cruel le hacía un buen aporte a la indispensable y profunda discusión que se avecina y requiere sobre el inédito carácter social de la Constitución, la justicia social, los fines sociales del estado y el respeto debido de los Derechos Humanos de los pueblos indígenas y otras minorías.

Da grima mirar la síntesis mediocre de lo que debería haber sido el sumun del debate presidencial por la prensa escrita, redes, radio y televisión sobre los grandes asuntos de la sociedad colombiana, convertido en escuetos e insulsos mensajes de vallas que dicen mucho más de quienes los idearon para ganarse la platica del potentado candidato Hernández, que lo que se desea predicar del mismo aspirante, que obviamente tampoco se presta para grandes cosas.

Nos hubiera gustado contrastar todo lo que puede exhibir el arsenal ideológico del presidenciable Gustavo Petro en los grandes temas económicos y sociales, repito, no enfrentándose al iletrado Rodolfo Hernández, cuyas vallas se limitan a expresar el ya muy poco creíble mensaje de, por ejemplo: ¡Ayúdame a darle una cachetada a los corruptos!, u otro, no menos primitivo y ordinario que lo vi en una camioneta de Riohacha que dice: ¡No me olvide, míreme bien la jeta!

No me atrevo a responsabilizar del todo a los medios masivos de comunicación y a sus periodistas y operadores, porque algunos, digamos que la gran mayoría. son muy buenos profesionales, hay que decirlo, pero algo tendrá que ver en este triste despelote comunicacional, tal como lo ha explicado profusamente el inteligente Juan Gossain, uno de los grandes en el oficio de comunicar con seriedad, el corrupto e irresponsable periodismo prepago de hombres y mujeres, especializado en el rentable negocio de inflar, desinflar y destrozar prestigios e imágenes al por mayor y al detal.  De no haber sido así podríamos estar ad portas de presenciar un pulso intelectual y político entre el favorito en las encuestas Gustavo Petro Urrego y otra personalidad presidenciable de la talla de Jorge Enrique Robledo, Sergio Fajardo Valderrama, Luis Fernando Velasco, Jaime Araújo Rentería, Iván Cepeda, Juan Fernando Cristo, Humberto de la Calle Lombana, Alejandro Gaviria, Cecilia López Montaño, entre otros.

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