UNA COSA QUE LLAMAN PARTIDO POLÍTICO

Me da risa que llamemos partidos políticos a un letrero con algunos distintivos, que unos señores que se hacen llamar políticos colocan en unas casas, grandes en su gran mayoría, que también son conocidas como comandos políticos. El tamaño de la casa, que también sugiere el del partido político, depende, como lo dijo un célebre político, de la cantidad de cómplices que convoque el jefe o jefes de esa cosa llamada partido político. Pero lo más risible de todo esto es que toda la gente de la comarca y la de todo el país nacional sigue llamando a ese remedo de institución democrática partido político, y a sus ridículos jefes, desconsideradamente, los denominan jefes políticos, como si el inmerecido reconocimiento no tuviera ninguna implicación en la calidad de la vida de los que no tenemos nada que ver con esa cosa inocentemente llamada actividad o dinámica política. Bueno, además del inevitable rictus cáustico, también me produce curiosidad, porque esos abusivos ejercicios de complicidad colectiva que muchos desprevenidamente llaman proselitismo político, son financiados por nosotros los terrenales ciudadanos no políticos, es decir, quienes creemos que no somos cómplices, ni mucho menos encubridores de los jefes políticos.

Más allá del tema de los comandos políticos, de los colores y emblemas, de vallas y camisetas, que también financiamos de forma directa o indirecta, están los desacreditados avales que los partidos expiden y expenden.