LA RUTINA NO NOS DEJA PENSAR
- Armando Pérez Araújo
- 17 feb 2024
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 19 feb 2024
La búsqueda de fórmulas a pronto plazo para La Guajira impone la
necesidad de circunstanciar el colapso institucional ocurrido en la
frontera, generado por la crisis interna venezolana y la consuetudinaria
y mediocrísima politiquería de ambos países alrededor del poco respeto
y protección de los derechos humanos de los indígenas. Dijimos en
anterior ocasión que la desterritorialización de La Guajira Indígena
amenaza con disolver la identidad y personalidad colectivas del pueblo
wayuu y de contera los privilegios geopolíticos de su territorio,
llevándose por delante atributos históricos de la etnia, y algunos
beneficios extendidos a la ciudadanía guajira, principalmente, y también
a las colonias paisas, árabes, etc., ancladas social y comercialmente en
la península a punta de imaginación y tesón, no obstante restricciones y
extorsiones aduaneras.
Lo que hemos denominado bomba tiempo es el estallido social, léase,
mierdero, que nos espera, si esta parte del país, o mejor, de ambos
países, no se pellizca y ataca la enfermedad por dónde tiene que ser.
De nuestro lado colombiano lo que corresponde es aplicar la
Constitución del 91, desarrollarla, en vez de atropellarla de manera
vulgar. En materia de derechos indígenas la Carta de navegación se fue
hace rato para el canasto de la basura. Nació encaminada a servirle
sólo a las camarillas de la politiquería departamental, inclusive, dio lugar
al nacimiento y crecimiento de fuerzas políticas importantes, totalmente
contrarias a la suerte e intereses de los nativos. La Autonomía Indígena,
por ejemplo, que debería ser la herramienta jurídica para la paz de la
región, ocasionó todo lo contrario: generó inimaginable división de la
etnia, inclusive, al interior de las familias, y catapultó un corrupto modelo
de esclavitud contemporánea en La Guajira, que avergüenza y tiene en
el ojo del huracán a toda la sociedad departamental, colocándola
diariamente en los remolinos de primeras páginas de la prensa local y
nacional. ¡La hecatombe llegó y se quedó!, es lo que muchos
diagnostican y condenan desesperados, sin comprender que hay una
ley inexorable, y la política no es la excepción, que dice que “todo tiene
un límite en la vida y lo que no tiene bases se cae”. Prácticamente, la
balanza que ahora tenemos está entre si seguimos con pañitos de agua
tibia o si cogemos el toro por los cachos. Voy expresar lo anterior
apoyándome con el siguiente ejercicio: un ejemplo de pañito de agua
tibia, tal vez el más serio de los pañitos de aguas tibias, es el Decreto
1953 de 2014, expedido por el actual gobierno, “por el cual se crea un
régimen especial con el fin de poner en funcionamiento los territorios
indígenas respecto de la administración de los sistemas propios de los
pueblos indígenas hasta que el Congreso expida la ley de que trata el
artículo 329 de la Constitución Política”. Faltó un poco de sinceridad en
esta parte filosófica de la motivación del decreto, y debió decir entre
paréntesis (hasta nunca), pues el articulito indicado es, nada menos, el
que dice que habrá que ponerse de acuerdo sobre la expedición de la
Ley Orgánica de Ordenamiento Territorial y su desarrollo, y está
demostrado que no va a ocurrir dentro la actual dinámica política
congresional. Para no entrar en las trabas que conllevaría la aplicación
del 330, aún mayores, para el caso de La Guajira Indígena. Pero,
digamos que los avances del Decreto citado en temas de educación y
salud constituyen un logro importante, que no es lo mismo, hay que
recalcarlo, que alcanzar la cima de todas las garantías constitucionales,
porque el funcionamiento de la política local sigue siendo
antidemocrático y anti étnico. Si no que lo digan los maestros indígenas,
a quienes le deben salarios del año pasado, aparte del trato despectivo
y desconcertante de las autoridades, en asuntos de la educación propia,
dentro de los municipios y del departamento. Un amigo indígena me dijo
lo siguiente, a propósito de este círculo vicioso: lo que pasa es que la
rutina no nos deja pensar…. ¡Cierto!. Tenemos que empezar a proponer
soluciones constitucionales viables y novedosas, totalmente creativas,
respecto a las evidentes ventajas y potencialidades del territorio
indígena, en vez de perseguir simples franquicias aduaneras para el
comercio, abstrayéndonos de la superioridad del argumento de mayor
jerarquía disponible y despreciando los privilegios de la plataforma
jurídica wayuu. Ya lo hemos explicado: se equivocan quienes pretenden
negar que La Guajira es una realidad diferente y que requiere una vía
constitucional diferenciada.
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