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DEPREDADORES, AL BANQUILLO

Actualizado: 14 mar 2024

Gustavo Francisco la tiene clara. Sabe muy bien que la cuestión tocó fondo en La Guajira, además, todos entendemos que es así porque es vox populi que el presidente los tiene plenamente identificados como los típicos depredadores del presupuesto de los indígenas, beneficiarios de las regalías y dueños reales del control del sistema general de participación. Aunque tradicionalmente eran reconocidos como simples jinetes de la emblemática corrupción nacional, ahora, después del concluyente juicio público hecho por el mismísimo Gustavo Francisco no nos queda otra que llamarlos por su bien merecido remoquete: DEPREDADORES. Se comenta en círculos allegados al gobierno nacional que Gustavo Francisco los tiene entre ceja y ceja para desalojarlos del medio político y despojarlos del control absoluto del presupuesto y de la vida de las comunidades, dejándolos reducidos, como decía el expresidente Julio César, a sus justas proporciones.

Incluso, ya se ha propalado el rumor, según el cual, la intención que predomina es la de acabarles el nido, decretarles la eliminación del alcahueta caparazón del vetusto municipio, liquidándolo y traspasándole los derechos, obligaciones y competencias al territorio indígena, es decir, a sus verdaderos dueños, que se convertiría automáticamente en una especie de Municipio Indígena que, recordemos es entidad territorial con derechos en la Constitución, aunque hasta ahora sea un cascarón vacío, con la estratégica ventaja de que es hijo legítimo de la Constitución del 91, aún en proceso de reconocimiento efectivo, desafortunadamente. He escuchado la versión de que los consejeros del primer mandatario están considerando la posibilidad de aprovechar la ocasión del desmantelamiento que se ve venir para cambiarle el nombre a la entidad territorial y ponerle uno más representativo y menos republicano, por ejemplo, Municipio Indígena Glicerio Tomás Pana.

Recuerdo que la reunión de Uribia, en medio de la recurrente tos seca del presidente, cada vez que podía frenaba el hilo de su discurso deliberadamente, haciéndose el de la vista gorda para aguaitar por encima de sus lentes y mirar todo a su alrededor, en cierta forma desconfiado, dando la sensación que sabía en el lío que se había metido, porque era evidente que entre los centenares de wayuu alborozados, había uno que otro avezado depredador y depredadora. Estuve a punto de romper el protocolo y decirle en confianza a Tavo que allí estaban, muy cerquita de él, orondos y cómodamente arrellenados, en el recinto de la refinada ranchería presidencial, habilitada como sede provisional del gobierno nacional, los principales socios del emergente senador, o quienes fungen como reconocidos intermediarios suyos, de su emprendimiento electoral, es decir, sus agentes o corredores

electorales. Tengo que advertir que, según cifras manejadas por mi contradictor y amigo Antagónico, ese muchacho adquirió en la capital indígena de Colombia la bicoca de catorce mil votos para el senado, sin haber sudado la camiseta, ni haber hecho una reunión política, ni tirarse un discurso, ni haber participado una huelga de hambre, ni siquiera haberse comido en el patio fresco de una ranchería un plato de friche, como cualquier jefe político que se respete. Me llamó la atención sobremanera el pedacito de la intervención de Gustavo Francisco, cuando argumentaba la necesidad de encontrarle en la reforma tributaria el respaldo financiero al cumplimiento de la sentencia T 302, porque se evidenciaba claramente cómo los depredadores se saboreaban sin pudor, soñando en la posibilidad de seguir mangoneando y depredando los derechos de la gente de La Guajira, creyendo que el presidente no lo estaba percibiendo, pero se los había pillado, los tenía transparentados. Gustavo Francisco sabe muy bien que esos son los mismos que dieron lugar al estado de cosas inconstitucional, los que se han pasado por la faja 210 órdenes que deben cumplir las 25 instituciones involucradas, que ahora se sienten con el derecho de seguir gobernando.

 
 
 

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