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DEL PACTO DE CHICORAL, AL PACTO HISTÓRICO

Lo que ahora reveló la revista Cambio como si fuese un gran descubrimiento, mi compadre y primo hermano Antagónico, y yo, lo advertimos públicamente en un cruce de cartas con la Ministra de Agricultura de entonces, la intrépida Chechi. Debo advertir que nunca tuve nada contra la gestión de la apasionada exministra, tampoco nada personal contra Pepe Félix, pero ese maridaje entre Agencia Nacional de Tierras y Fedegán, en la política de compra de tierras para la implementación de reforma agraria colombiana, nunca me sonó, jamás me simpatizó, mucho menos si, simultáneamente, se rehabilitaba políticamente a don Pepe Félix para integrar el equipo líder para tramitar la búsqueda de la paz con el ELN. En algunos círculos se comparó el ingenuo experimento político reciente, precisamente en el gobierno del cambio, a lo ocurrido con el famoso Pacto de Chicoral, entre el de Misael de épocas pretéritas y los latifundistas de entonces. Opinadores menos delicados, más agudos y más groseros, califican al modelo implementado por el actual gobierno como algo más parecido a una plataforma de comisionistas de inmuebles rurales de difícil venta, que a los enmarcados en los requerimientos urgentes dictados por el Acuerdo de la Habana. En todo caso, no nos cuadraba que, con el pretexto de dar un primer paso firme denominado ACUERDO PARA LA MATERIALIZACIÓN DE LA PAZ TERRITORIAL, Compra Directa de tierras para la construcción de la Reforma Rural Integral, Gustavo Francisco terminara arriesgando el todo por el todo, haciéndose acompañar por gente perteneciente a una estructura terrófaga, la menos aconsejada, dada su reputación y antecedentes en la problemática de tierras y el conflicto interno.

Fíjense que los hechos se han encargado de darnos la razón. La forma como salió expulsado del gobierno Gerardo de la Agencia Nacional de Tierras (ANT), el pasado 2 de febrero, aunque pasó de agache, demuestra que no estábamos equivocados, a pesar de que aún no han salido a flote todos los documentos, esperemos que ojalá no sean muchos, porque, según se dice, evidenciarían de manera absoluta que detrás del fulminante despido estarían presuntos hechos de corrupción increíbles, que afectarían gravemente las

vértebras de una de las políticas bandera del gobierno de Gustavo Francisco: la compra de tierras para la reforma agraria. 

Al principio creí que era una pelea de marido y mujer, simples groserías entre Gerardo y Jhenifer, pero no. La cosa era más grave y finalmente tocó fondo en medio de una difundida discusión sobre un tema de moralidad pública, como fue el explosivo y torcido negocio de la finca La Grosería, que resultó siendo una verdadera grosería de Gerardo y Fedegán contra Chechi, Jhenifer y sobre todo contra Gustavo Francisco. No obstante ello, el efecto demoledor de las pruebas sacadas a luz pública por los medios masivos de comunicación, contra Gerardo & Cía., por ejemplo, diciendo que había comprado predios con sobrecostos de casi el 70 por ciento, a pesar de que su mujer le había ordenado que no lo hiciera, yo sigo creyendo que el verdadero problema tuvo y tiene que ver con el diseño de un esquema insoportable, como era entregarles a los muchachos de Fedegán, unas veces el timón, otras, el freno, de lo esencial de la política de tierras y de la paz con el ELN. Ahí está el quid.

He ahí la principal grosería.

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